- Tengo malas noticias-, dijo Claire al ponerse al teléfono.
Kurt ya estaba acostumbrado a que sus conversaciones con su novia empezaran de esta manera. Siempre malas o buenas noticias, aunque habitualmente eran pequeños detalles sin demasiada importancia, que daban vidilla a la rutina cotidiana.
Pero aquella mañana Kurt sabía que había algo más.
- La Chinchette, ¿verdad?
- Si. Está en las últimas.
- Vaya, lo siento muchísimo. ¿Y tú cómo estás?
- Bien, bien. Bueno, es ley de vida, qué le vamos a hacer. Luego, cuando cierre a mediodía, iré a ver cómo está. Ya he quedado de acuerdo con el veterinario: a las nueve de la noche irá a administrarle la definitiva, según cómo la vea. Ya te contaré.
- Vale. Dime cosas. Te quiero mucho.
- Si, ya, y yo. Hasta luego.
Por la tarde, Claire llamó a Kurt:
- Ya está. La Chinchette ha muerto.
- No sé qué decir... Ha ido todo muy rápido...
- Pues si. El otro día le detectaron el maldito cáncer y ya ves, cuatro días que ha durado la pobre. En fin...
Kurt pensó que a continuación pronunciaría la consabida frase: “no somos nadie”, pero no, afortunadamente. Claire dijo esto otro:
- Hay que reconocer que la vida tiene su vis cómica.
- ¿A qué te refieres?
- He colocado el cuerpo en una bolsa de plástico, pero como me daba cosa llevarla así por la calle, la he metido dentro del bolso. Y no veas cómo pesaba...
- ¿En el bolso? ¡Jajaja!
- Si, si. Y cuando he llegado al trabajo, mi jefe, sin dejar que me quitara el abrigo ni nada, me ha pedido que atienda a un cliente indeciso.
- Vale, pues toma, guárdame el bolso ahí detrás.
- Joder, si que pesa esto... ¿Pero qué llevas aquí dentro?
- Luego te lo cuento, Peter, luego... Hola, qué tal! Qué es lo que está usted buscando exactamente?- digo, girándome hacia el cliente.
- Hola, pues... Busco algún libro de novela negra, donde hayan muchas muertes, si pudiera ser.
(Si quieres te enseño el bolso y te inspiras, pienso).
- ¿Ah, ya... ¿Algún autor en concreto? ¿Qué acostumbra usted a leer?¿Dashiell Hammet?¿James Ellroy?¿Simenon?
- No sé, no leo mucho, más bien veo películas, veo muchas películas. Me encanta Tarantino, es el mejor. Mi preferida es “Pulp Fiction”. Y bueno, querría leerme alguna novela de este estilo.
- Muy bien. Creo que tengo lo que busca- saco un libro de una estantería de la derecha-: “El poder de las tinieblas”, de John Connolly. Es el segundo de la serie del detective Charlie Parker; es bestial, se acojonará vivo. Aquí el malo es el más malo que uno se pueda encontrar: es el diablo en persona.
(http://www.youtube.com/watch?v=9bLzez2DLxY)
El cliente agarra el libro , le da la vuelta, lo acaricia...
- Le va a encantar, se lo aseguro.
- Vale, me lo quedo.
- Esto ha sido como besar el muerto, digo, el santo- dijo Kurt, jocoso.
Claire rió con ganas.
- Si, y que lo digas, Bueno, a las penas puñaladas, que se suele decir. Voy a dónde ha metido Peter a la pobre Chinchette. Cuando vaya para casa te llamo.
- Vale. Te quiero.
- Ya, y yo, qué te pensabas. Hasta luego.
Hacía poco que Claire y Kurt vivían juntos, y los tres gatos de ella aún vivían en su antigua casa. Bueno, realmente, sólo quedaban dos: Théo, un precioso gato de color zanahoria, había muerto hacía pocos meses, y lo habían enterrado en plena montaña, en los Alpes, en una finca perdida propiedad de la família de Kurt(*).
Sólo quedaban Otto y Chinchette. Bueno, Chinchette ya no.
Kurt abrió el congelador, sacó todo lo que había dentro y lo dejó como los chorros del oro. Colocó los alimentos en la estantería de arriba y la otra la dejó vacía, con espacio suficiente.
Por la noche, Claire llegó a casa sudorosa.
- Anda que no pesa esto! Menos mal que he pillado a tiempo el autobús...- masculló sonriente, mientras dejaba el bolso encima de la mesa del comedor.
- Mira...- dijo Kurt, abriendo la puerta del congelador.
- ¡Haaaala, qué bien! Eres un monstruo.
Claire sacó del bolso una caja de zapatos.
- No veas, Kurt, la historia para meter a la Chinchette aquí dentro. Se lo he contado a Peter, no he tenido más remedio, y después de la sorpresa me ha ayudado a cambiarla de de lugar, que con el rigor mortis no había manera.
- Creeck!
- Vaya, Claire, lo siento. Creo que le he partido una pata, intentando meterla dentro de la caja...
- No te preocupes, ya no viene de aquí. ¿Así cabe, no? Pues ya está bien.
- No, si lo que a ti no te pase...- rió Kurt.
Colocó la caja en el congelador. Claire dijo:
- Perfecto. De a quí a dos semanas la enterraremos al lado de Théo. Estarán bien.
- Pues claro.
Al la mañana siguiente, Kurt dormía profundamente, tenía fiesta. Claire, antes de salir de casa, le susurró al oído:
- Para comer tienes salchichas en el congelador. Te quiero mucho- dijo, dándole unos cuantos besos en las mejillas.
- Mmmm... Vale, gracias. Ya, y yo, qué te pensabas...- y Kurt, sonriente y feliz, se giró hacia el lado contrario.
Aquel día, Kurt comió, de menú, en el Deux Mille, una estupenda brasserie cercana a su casa.
6 comentaris:
Me pareció ver un lindo gatito...
Me gusta como le pones humor a un tema tan "peliagudo" como la muerte, aunque sea la de un gato (perdón, gata).
Muy bueno!
Por cierto, me gusta el primer bolso. Muy mono, si señor.
Yo también me hubiera ido a la brasseria, cualquiera se fía de esas salchichas.
Por cierto, muy bueno Connolly, ¿verdad?
Menuda sorpresa me he llevado contigo STRNGBOLI,
venía agradecerte que te hayas pasado por mi blog y de veras que me ha encantado lo que te he leído.
La historia de Claire y Kurt, fantásticamente bien contada, divertida, entretenida e ingeniosa. Chico, es que lo tienes todo, que bien haberte descubierto, e intuyo donde me has descubierto tú a mi, al ver a Miguel Baquero aquí la lado jajaja. Sin pareceros en absoluto en la forma de escribir, sí que a los dos se os lee súper fácil. Fíjate, que acabo de terminar el trabajo y he esperado a leerme tu historia antes de irme a comer, para que veas. ;-)
En fin, que ha sido un placer.
Ojalá recuerde el camino, para volver.
Besos y mil gracias.
Muy bien, rozando el humor negro. Y no me extraña que el bueno de Kurt haya decidido evitar la nevera.
Gracias, SUE... Es que la muerte es inevitable, y no sirve de mucho temerla (que la tememos, vaya que sí). Te gusta el bolso? Te lo vendo barato, va, porque eres tú.
No se lo digas a nadie, MIGUEL, pero aún no me he leído nada de Connolly. Cuando termine los que tengo entre manos, espero...
CARMEN, muchas gracias por los cumplidos, pero creo que no soy digno de Miguel. Me da mil patadas... Un gran honor, que me leas mientras comes, jaja.
Petons!
PASEANTE, si no se ha largado, el gato aún sigue en la nevera. Este finde lo entierro. Salut.
He escrito Carmen? MARÍA!!
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