dimarts, 13 d’octubre del 2009

Intermedio: EMPE


La hora de entrada al trabajo de Empe son las ocho de la mañana. Llega a las nueve menos cuarto con su café con leche de la máquina que hay en la sala de personal.
- Bon dia…- dice resoplando- Ay, cuando he salido de casa tenía tanto frío que me he tenido que meter en un parking hasta que se me ha pasado.
¿En un parking? Ah… Es veintiuno de septiembre. Un frío del carajo, oiga.
Empe se llama, en realidad, María de los Emperadores. Su madre le quiso poner María de los Reyes, pero el padre, un burgués con solera venido a menos y con ínfulas de grandeza, en recuerdo de tiempos pretéritos resolvió llamarla Emperadores, que quedaba más pomposo e ilustre.
Empe, para los amigos…
Deja el bolso de cualquier manera sobre la mesa y continúa resoplando. Hoy se ha puesto tacones de veinte centímetros que resuenan constante e insoportablemente por todas partes. Empe jamás se está quieta, y su lengua aún menos. Eso no significa que trabaje, claro: más bien es signo de todo lo contrario.
Se topa con Tere, su cuñada, que también trabaja allí. A por ella:
- Qué asco, oye… Ayer fui a comprarme unos zapatos en el Portal de l’Àngel y estaba todo carísimo de la muerte. ¿Tú te crees que por menos de cien euros ya no puedes comprarte nada que valga la pena? Casi me peleé con una dependienta, más borde la tía… Hoy en día las chavalas tienen un descaro que no puedo con ellas, Tere, y encima van medio enseñando las bragas y las tetas, parecen todas unas guarras. Como mi hija cuando crezca se vista así la meto a monja… Pues como te decía, al final tuve que irme al Corte Inglés, que tengo tarjeta, y me compré allí los zapatos; vale que me costaron doscientos ochenta euros, pero son una monada, son Patricia. No son tan caros como los Versace pero a mí me gustan más, dónde vas a parar…
- Pues no están mal, los Versace-, dijo Tere, por decir algo.
A Tere le hubiera ido mejor seguir con la boca cerrada.
- No, si ya tienes razón, no te digo que no, pero tengo una vecina a la que le salió un callo por llevar unos rarísimos que acababan en punta y se los ponía para fardar delante de sus amigas cuando pasean todas juntas por la calle del Mar, y luego merendar en el Cayo Largo, y le salió un callo horroroso, y anduvo coja durante un mes entero. Bueno, que se aguante, que me pone la lavadora a las tres de la mañana y encima dile algo, que te lía un pollo que no veas… Yo ya me he enganchado tres o cuatro veces con ella, es una imbécil, y además siempre tiene “La Noria” a todo volumen, y yo, que estoy viendo documentales de leones y panteras, que me encantan, porque esas mierdas de programas no hay quien los aguante, son de un cotilleo que espanta, y oye… por cierto, ¿has visto lo de la Belén Esteban? Qué guarra la tía, metiendo a su hijo por medio, y cómo grita, mira que llega a ser garrula, ¿has visto qué desastre le han hecho en los morros? ¿Y las ojeras que tiene? ¿Y lo mal que se viste? Yo no sé cómo la gente puede ver estos programas, dan un asco…
No, ella no los mira, noooooo.
- ¿Y sabes que la Asun merienda cada día en el Cayo Largo con su hermana, que me parece que no está muy fina? Se pasan la tarde sentadas allí, piden un café con leche y miran las fotos del “Hola!” todo el rato, hasta que ya se les hace tarde, y no sé para qué, la verdad. Anda que no deben de tener dineros, con lo garrepa que es la Asun. Parecen un cromo de los años cuarenta; está fatal la Asun, Tere, te lo digo yo. Pero yo no la espío, ¿eh? me lo dijo mi hijo que la vió allí. ¿Y sabes que ya se la pela? Mi hijo, claro, no la Asun, a ella se le debe haber recosido seguro… ¡El otro día lo pillé a las dos de la mañana delante de la tele con una peli de esas guarras allí dale que te pego!¡Casi le doy dos hostias! No veas lo salido que está el tío, sólo hace que mirar por el balcón las tías que pasan, se le cae la baba… Jo, pues debe estar como yo, pobre, que hace siete años que no me como una rosca. Mi marido es que no me toca, está mustio, lo he llevado al psiquiatra (está cañón el tío, el psiquiatra, no mi marido, y creo que me va detrás) para ver si podemos arreglar el tema, porque cualquier día cojo y me voy de putos, ya no aguanto más. Y encima se me ha escacharrado el vibrador en la bañera… Arf…
En ese momento llega el Óscar, que estaba en analíticas.
- Hola, Óscar, ven que te quiero preguntar una cosa, que tú de esto dominas más que yo- dijo Empe. La ex mujer de Óscar es propietaria de un sex-shop.
Óscar ni se la mira, para no darle cuartelillo.
- Dime.
- ¿Tú me podrías arreglar el vibrador? Es que se me ha estropeado.
Óscar pone cara de sorpresa.
- Vaya preguntita, Empe. ¿Acaso tengo cara de mecánico de consoladores o qué?
- No, pero como tú tienes más experiencia…
- ¿Yo? Si, mira, ya ves, tengo una colección entera en casa; de hecho, los inventé yo, no te jode… Bueno, a ver, ¿qué has hecho, partir nueces con él?¿Pegarle en la cabeza a tu marido?
- No, verás, es que estaba en la bañera, lo usé y claro, se me mojó- dice sin sonrojarse apenas.
- ¿Y qué esperabas? Te podías haber comprado uno sumergible, digo yo.
- No, si patitos de esos ya tengo uno, pero éste va mejor.
- Iba mejor. Pues no sé, oye, no creo que se pueda arreglar. Y no me lo traigas, que yo paso de arreglarte estos temas. Toma el teléfono de Ana y se lo preguntas a ella, que fue la que te lo vendió. O si no, díselo a Rafael, creo que él sabe del tema- le recomienda Óscar, para sacársela de encima.
Rafael es el jefe, que en ese momento pasa por allí.
Empe abre los ojos como platos:
- ¿En serio? Pues se lo voy a preguntar (creo que también le gusto). Y luego me voy a desayunar. ¡Rafa, Rafa!- grita mientras se va corriendo hacia él.
Tere, al irse Empe, se ríe a gusto.
- Va, Óscar, hazle un favor, que lo necesita.
- Y por qué no se lo haces tú? Además, es tu cuñada, todo quedaría en familia. Hasta podríais hacer un trío con su marido.
- Ay, no por favor, qué asco. Ni con la una ni con el otro. Además, no me gustan nada las mujeres.
- Pues a mí ésta tampoco. Me la imagino ahí en plena faena, sin callarse ni tan solo para… Quita, quita, quita, que no, que no…

Al cabo de una hora y media larga vuelve, dirigiéndose de nuevo a Tere. Óscar baja la cabeza para no tener que seguirle la conversación. Pero tiene que escucharla, qué remedio le queda.
- Pues Rafa tampoco sabe nada, además tenía prisa. ¿Sabes, Tere? Me he encontrado en las escaleras con la estirada de la Pilar, la secre de dirección, y me ha contado que ha heredado de su suegra una casa en pleno centro, con patio y todo. Joder, con el tiempo que llevo yo intentando que la bruja de la mía nos regale una de las muchas que tiene, pero no hay manera, es más mala que el hambre. El otro día fui al registro civil a enterarme de las propiedades que tiene, porque eso no lo sabe ni el capullo de mi marido, y no me quisieron soltar prenda. Pero yo sé que está forrada, como me llamo Empe, y no pararé hasta que afloje la mosca…
“¿Y a mí qué coño me importa?”, se preguntan Tere y Óscar, casi al unísono.

Cuando casi se le ha secado la lengua le entra del mono de fumar y se va al patio, a ver a quién pilla para poder darle la paliza. Más que nada para variar un poco.
- Voy a fumar. ¿Vale, cariños?
Asoma la cabeza de nuevo tras una hora, también larga.
- Hosti, qué caro que es el Teo. ¿Te crees que te cobra 1,60 € por un cortado? Y encima anda como un chulo. Si es que...
Afortunadamente para Tere y Óscar, en ese momento sale del ascensor la doctora Torrezno, con la que hace buenas migas.
- ¡Bona tarda, Magdalena! ¿Qué, vamos a tomar una café?
A Empe le queda una hora para irse a casa.
- Vale, vamos. Tengo tiempo de sobras antes de que empiece la consulta.
Y Empe se quita la bata, agarra el bolso y ya no vuelve hasta el día siguiente.

Y así todos los días, más o menos…

Eso si viene, claro.