dijous, 20 de novembre del 2008

APOLOGÍA


¿A que tiene cara de tener más neuronas?
A mi gata, que no es ésta, también debería hacerle fumar,
que a veces se le olvida quién soy.
Esta es una palabra que siempre me ha gustado: apología. Me recuerda al dios Apolo, a la sala Apolo, al polo de limón (los mejores son los de hielo), al Polo (contigo al fin del mundo… ah, no, esto era del 205), al Polo Norte, a Amundsen (Polo Sur), al polo opuesto, al Apolo XII, a un dios con mucho morro (apologeta), Apolo con patatas, al polo negativo y a Carl Weathers (Apollo Creed en Rocky).
Desgraciadamente, de un tiempo a esta parte apología se asocia, gracias a los medios de comunicación, que la han puesto de moda, a terrorismo y a drogas, y a prohibiciones (¡eso sí que es lo más in!).
Prohibir, de eso sí que saben todos.
Pues yo voy a hacer apología, hala.
Y de qué?
Pues de qué va a ser, de las drogas. De una, en concreto.
He leído hoy una noticia sorprendente, que me ha puesto contento (si es que con cualquier tontería me animo): según un estudio científico de la Sociedad de Neurociencia de USA, “se han confirmado los efectos sintéticos del THC (tetrahidrocannabinol, el componente que pone a gusto) a la hora de retrasar la aparición de la enfermedad de Alzheimer en ratas mediante la reducción de la inflamación en el cerebro y la mejora de la memoria (…) La administración de un fármaco sintético basado en las propiedades del THC, denominado WIN, consigue también estimular la formación de nuevas neuronas en el hipocampo, la región del cerebro implicada en el aprendizaje y la memoria”.
O sea, como dice el titular: “Una marihuana sintética es capaz de generar neuronas”.
¡Bravo! Y como las ratas tienen la misma información genética en un noventa y pico (largo) por ciento que el género humano, lo primero que he hecho ha sido llamar a mi novio Manolo (que tiene una novia que se llama María) y contarle la buena nueva.
Y también se ha puesto muy feliz.
Luego, el autor del artículo, para no ser políticamente incorrecto, faltaría más, tiene buen cuidado a no comprometerse con el tema de la legalización, no sea que se le echen encima.
Pues bueno, si no lo dice él, ya lo digo yo:
¡Legalicen ya el tema, hombre! Se acabaría el tráfico ilegal, el estado cobraría sus impuestos sobre la comercialización, como con el tabaco, los balcones de las casas estarían más frondosos y así no haría falta plantar cincuenta millones de árboles (como vendían algunos), y cuidar las plantas ya se sabe que relaja un montón. Y fumar, más.
Estos son algunos de los beneficios que comportaría la medida. Pero aún hay más, como decía el Superratón (él también fumaba).
Ahora entiendo porqué me sé casi todas las preguntas del Pasapalabra, tengo más neuronas que antes.
Dejaré de estudiar Historia y me matricularé en Física Nuclear.