divendres, 25 de febrer del 2011

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Mientras nos ocupamos de la transcripción de la conversación que mantuvieron el matrimonio liante del post anterior antes de ir de cenita, les ofrecemos unos minutos de publicidad.




¿No ha tenido usted alguna vez necesidades perentorias cuando está en el monte, de acampada o en una barbacoa campestre y, en ese preciso momento, no tiene un lavabo a mano?

Tal habitual situación, en la mayor parte de los casos, se convierte en un verdadero engorro para la persona que lo sufre. Que si dónde voy ahora, que si me tengo que bajar los pantalones, que si tengo que buscar un sitio con pendiente para posicionarme mejor, que si me pueden lo pueden ver en posición sospechosa y embarazosa, que si me pica un mosquito, que si me muerde un jabalí, que si y si me mancho los pantalones o los zapatos, que si he traído papel higiénico, que si yo no sé hacer mis necesidades con tanta prisa, que si necesito algo para leer si no no funciono, que si que si…


Y si vas de safari, ya te...


En fin, todo un cúmulo de manías, comprensibles por otra parte, ya que el hombre es animal de costumbres y ya hace mucho que pasó la época en que uno se limpiaba con una piedra u hoja de helecho, o que descargaba en rincones de los pasillos de palacio (una vez leí que en el palacio de Versalles, el summum del refinamiento y donde se ve que al arquitecto se le olvidó construir letrinas, las emperifolladas damas, con esas faldas donde cabía dentro una manada de ñus, se colocaban en un rincón y, sin apenas disimulo, de pie, satisfacían sus perentoreidades mientras seguían charlando tranquilamente de lo bien que le quedaba la peca postiza a Madame de Pompadour. Es de buen suponer pues, que venga de ahí que se desarrollara tanto, en esa época, la industria de los perfumes).


Hay que reconocer que disimulaban de perlas...


Pues bien: ¡Se han acabado para siempre sus problemas en este tipo de situaciones!

Les presentamos…

¡¡¡EL TRUNYING!!!

¡Se acabó el estrés evacuatorio en el campo, señoras y caballeros! Con el TRUNYING usted podrá realizar sus necesidades con la tranquilidad que le ofrece este magnífico artilugio, ideado para procurarle la máxima satisfacción. Dotado de un diseño ergonómico y aerodinámico que ríase usted del Ferrari F430, a la vez que lo utiliza podrá relajarse leyendo cómodamente el Financial Times, El Jueves o Las aventuras del Barón de Münchausen, o simplemente disfrutando del bucólico paisaje, o del grácil revoloteo de los buitres a su alrededor.

Fabricado con sencillos y económicos materiales y dotado incluso de respaldo y reposabrazos, el TRUNYING dispone de, además del pertinente rollo de papel higiénico y un kit de ceniza integrado en botella de Font Vella para ocultar adecuadamente el o los cuerpos del delito y ponerlos a salvo de posibles suelas de zapato o pezuñas de animales, además de mantener la estética campestre como Dios manda.

Por último, también como accesorio, contiene una revistilla (con bolígrafo incorporado) por si usted no se lleva su propia lectura, y se quiere entretener, mientras trabaja, haciendo un sudoku o un crucigrama.

¡No deje pasar esta magnífica oportunidad!

Para más información, deje su comentario en este blog indicando su nombre, dirección, teléfono, correo electrónico y se le atenderá a la mayor brevedad posible.


TRUNYING... QUÉ GRAN INVENTO!!




dimarts, 15 de febrer del 2011

LA VELADA

- ¿Salimos al jardín?

- Si, claro…

Pierre y Didier se sentaron en las escaleras del porche, observando de lejos la animada conversación que, en el salón, mantenían sus respectivas esposas

- Cómo se divierten, ¿no es cierto?

- Pues sí, se están riendo mucho. Hacía tiempo que no estaban juntas; tendrán muchas cosas que contarse. Deberíamos repetir estas veladas más a menudo.

- Tienes razón, Pierre. Oye, ¿de dónde has sacado este calvados? ¡Está impresionante!

- ¿Verdad que sí? Se lo regala a mi tía un vecino suyo, que es bretón. Se ve que él mismo lo destila…

- Pues está delicioso.

- Sí…

(…)

- Pierre…

- Dime, majo…

- ¿Cuánto hace que nos conocemos?

- Hace mucho, Didier, hace mucho. Desde que fichaste por el Toulouse, en juveniles. Yo ya estaba en el equipo. Más de veinte años…

- Cómo pasa el tiempo…

- No somos nadie…

- La vida son cuatro días, te das cuenta y ¡zas!, al hoyo…

- Si, hay que aprovechar, que todo lo bueno se acaba…

Pierre y Didier se echaron a reír al darse cuenta de que sólo decían topicazos. Mientras se secaban las lágrimas, se miraron a los ojos, y desaparecieron de golpe las risas. El sentido de las miradas y las expresiones en las caras de los dos amigos cambiaron por completo. Ahora significaban algo muy distinto.

- Didier…

- Pierre…

- Qué tiempos aquellos, ¿verdad?

- Si… La verdad es que echo de menos algunas cosas…

- Yo también, Didier, yo también. No sabes cuántas veces he soñado con aquellos momentos. En los vestuarios, en el bosque, en el mar…

- Ay, Pierre…

Y sin darse tiempo a pensar, el deseo y la lujuria se apoderó de sus mentes y se fundieron en un beso frenético y esplendoroso. Las copas cayeron al suelo, dispersándose en mil pedazos por el jardín.

El ruido de los cristales provocó que Annette y Charlotte, las esposas de los dos hombres, salieran al jardín.

- ¿Qué habrá sido eso?

- Vamos a ver qué les ha pasado…

Las dos mujeres, copa en ristre, se asomaron al porche. Lo que vieron las dejó sin poder articular palabra: los dos fornidos amigos, antiguos jugadores de rugby, continuaban con su profundo (y lascivo) beso, sin importarles lo más mínimo lo que hubiera a su alrededor.

Annette y Charlotte, con los ojos como bolas de billar, acabaron sus vasos de un solo trago.

- Caramba con estos dos…¡Vaya, vaya! ¡No me lo puedo creer!- dijo Annette.

Charlotte rió discretamente:

- Jajaja! ¡Vaya escenita, madre mía! Qué callado se lo tenían… ¿Y ahora qué hacemos?

Annette la agarró por el brazo.

- Nada, no hagamos nada. Dejémosles que disfruten. Entremos, como si no hubiéramos visto nada.

Al cabo de un rato, Pierre y Didier volvieron al salón, despeinados, atusándose la vestimenta, rojos de excitación y sin sus copas.

Annette, con media sonrisa, preguntó:

- ¿Qué habéis estado haciendo? Por vuestras pintas, parece que hayáis recordado viejos tiempos jugando un partidito de rugby en el jardín.

Pierre, mientras se servía, de espaldas a ellas, un vodka en el mueble bar, respondió:

- Si, si. Hemos recordado viejos tiempos… ¡Didier! –gritó-: ¿Una copa?

Didier estaba en el lavabo.

- ¡Triple, por favor!

Al cabo de un par de horas, Pierre y Annette, ya de vuelta a casa, iban camino de casa en su flamante coche.

Amanecía.

- ¿Qué, cómo ha ido?- inquirió ella.

Pierre, sin dejar de mirar la carretera, respondió con aire ausente:

- Bien, no ha estado nada mal. ¿Y a ti?

- Bueno, todo llegará. Habéis tardado muy poco, necesitaba más tiempo.

- Ya, bueno, ya sabes…

- Si, ya sé…

Continuaron unos minutos sin hablar, hasta que Pierre miró sonriente a su esposa:

- La verdad es que, de vez en cuando, recordar viejos tiempos tiene su gracia.

Y añadió:

- Aunque le picara la barba.