dimecres, 24 de setembre del 2008

ANDRÉ COUCHÉ III (cap.III)



- Vale, vale. Continúe pues.
- Pues eso, que iba corriendo, de un sitio a otro; de hecho, caminar, caminaba poco. Siempre llegaba antes que todo el mundo a los sitios. En la escuela hubo un momento en que no me dejaron ni participar en las carreras escolares, ya que daba un poco de asco, lo reconozco: siempre les sacaba a todos un montón de tiempo, y los demás niños se quedaban hechos polvo, moralmente hablando.
El profesor de gimnasia, Alain Renhac, un día me apuntó a una carrera campo a través, eso que ahora se llama cross, en Montendre, aquí al lado. Él mismo me llevó en su coche. Recuerdo que ni sabía qué coño estaba haciendo ni adónde iba, pero cuando me di cuenta estaba en la salida con ochenta niños más.
Bueno, pues corrimos y gané de calle. Casi acabé de escribir una novela cuando por fin llegó el segundo.
Qué fantasma, pensé.
- ¿ Fue entonces cuando decidió a dedicarse al atletismo?
- ¡Pero qué dice, hombre! Cuando leo biografías de gente importante siempre hablan
que de bien pequeño ya tenía la vocación de esto, de lo otro… ¡Y una mierda! Cuando uno es un enano no sabe nada de nada, todo son experimentos que te sirven de aprendizaje en la vida, y luego la cosa va como va, si no te mueres antes. Lo que sucedió fue que Renhac fue a ver a mis padres y les convenció de que yo era un fuera de serie corriendo. Me hicieron dedicarme en serio al atletismo. Y no es que yo le pusiera muchas ganas al principio… A mí, lo que me gustaba de verdad era ir a pescar truchas.
- ¿Aún pesca?
- No. Me vendí la caña.
Era un tipo peculiar, el André Couché este… Me hacía gracia.
- Y porqué se la vendió?
Se acabó de un trago el pastís que le quedaba en el vaso.
- No estamos aquí para hablar de pesca, me parece.
- Tiene usted toda la razón, señor.
Volvió a llenar su vaso.
- Renhac, mi entrenador, estaba entusiasmado conmigo. Jamás había visto un corredor como yo. Sin hacer un entrenamiento especial ni esforzarme demasiado, ganaba todas las carreras en las que participaba. Desde que empecé un poco en serio, con trece años, no perdí ni una sola vez hasta que… - Couché dudó un momento- …Hasta que empecé a no ganar. Hasta entonces, batí todos los récords de mi edad de fondo y medio fondo habidos y por haber. Ni me acuerdo de las copas que llegué a ganar. Mi madre estaba harta, sólo hacía que traerle trastos.
- Los conserva aún, esos trofeos?
- No, se los regalé a mi vecino Jean-Pierre, que era chatarrero. Ya murió, el pobre: lo mató un gato. Tan sólo conservo uno, una copa que conseguí en la primera y última carrera que corrí en mi pueblo, aquí, en Pions. Es aquella que está encima del armario.
Me levanté a observar el trofeo más detenidamente. Efectivamente, en la leyenda del pie se podía leer: “1er clasificado. 1er Criterium Athlétic Pions. Septiembre 1939”.
(Continuará)

ANDRÉ COUCHÉ III (cap.II)


Llamé. Me abrió, casi de inmediato, un señor bastante mayor, alto y flaco, muy flaco, pero que me pareció, por su manera de moverse, muy ágil para su edad. Imaginé que sería Couché. Couché III.
- Buenas tardes, es usted André Couché? Soy Laurent Poubelle, periodista de Le Monde Sportif. Me han enviado para entrevistarle, tal como acordó con el señor Villiard, se acuerda?… Antes de nada, felicidades por su aniversario. La verdad es que por su aspecto nadie diría que tiene la edad que dice usted tener.
No lo parecía para nada.
- Gracias, muchas gracias. Eso es que como muchos ajos, yo qué sé. Pase, señor Poubelle. No se moleste por lo que le digo, pero tiene un apellido muy, digamos, peculiar…
- Qué me va a contar, señor Couché, qué me va a contar… Pero lo llevo con dignidad: normalmente nadie me pisa las flores.
Cerró la puerta mientras respondía:
- Llámame Couché, sin señor.
- Y yo prefiero que me llame Laurent, si no le importa.
Me llevó al salón y me hizo sentar en un sillón; él hizo lo mismo, frente a mí. En la mesita había una botella de Ricard medio vacía, con un vaso. Le gusta el pastís, pensé.
Y era la hora del pastís.
- Me acompaña, Poubelle, perdón, Laurent?
- No, gracias, es demasiado pronto para mí. Le importa que encienda la grabadora ahora mismo?
- No, no. Quiere empezar ya? Tiene prisa?
- Prisa no. Pero es que no sé qué tiene que contar al mundo, ni a mí, que soy el que ha venido a escucharle. Mi prisa dependerá de su historia. Y ya que he venido hasta aquí, me gustaría saberla. No la prisa, sino su historia.
- Entonces no tendrás prisa. Enciende la grabadora.
Eso hice al momento.
- Es usted André Couché?
- Claro.
- André Couché? Couché III?
- Pues claro, el mismo. Si no, para qué os he llamado?
Antes de que le preguntara nada, empezó a cascar. Se ve que tenía ganas de hablar…
- Supongo que ya debe saber algo de mi historial deportivo, no habrá venido hasta aquí sin una cierta documentación, digo yo…
Asentí con la cabeza.
- Mi padre tenía una carnicería en el pueblo, herencia familiar. Con diez años ya repartía bistecs. Primero, a pata. Con el tiempo tuve una bicicleta para el reparto. La utilicé dos meses, hasta que me di cuenta que iba más rápido corriendo, así que le regalé la bici a mi hermano pequeño, al que por cierto le gustó le tema y con el tiempo llegó a quedar tercero en el Tour de 1953. Tercero. Pero esa es otra historia, como se suele decir.
- Ya. Y cuándo empezó a tomarse en serio esto del atletismo?
- No me interrumpas mucho, muchacho, que ya tengo una edad y pierdo el hilo de mis pensamientos, vale?
(Continuará)