dimecres, 24 de setembre del 2008

ANDRÉ COUCHÉ III (cap.II)


Llamé. Me abrió, casi de inmediato, un señor bastante mayor, alto y flaco, muy flaco, pero que me pareció, por su manera de moverse, muy ágil para su edad. Imaginé que sería Couché. Couché III.
- Buenas tardes, es usted André Couché? Soy Laurent Poubelle, periodista de Le Monde Sportif. Me han enviado para entrevistarle, tal como acordó con el señor Villiard, se acuerda?… Antes de nada, felicidades por su aniversario. La verdad es que por su aspecto nadie diría que tiene la edad que dice usted tener.
No lo parecía para nada.
- Gracias, muchas gracias. Eso es que como muchos ajos, yo qué sé. Pase, señor Poubelle. No se moleste por lo que le digo, pero tiene un apellido muy, digamos, peculiar…
- Qué me va a contar, señor Couché, qué me va a contar… Pero lo llevo con dignidad: normalmente nadie me pisa las flores.
Cerró la puerta mientras respondía:
- Llámame Couché, sin señor.
- Y yo prefiero que me llame Laurent, si no le importa.
Me llevó al salón y me hizo sentar en un sillón; él hizo lo mismo, frente a mí. En la mesita había una botella de Ricard medio vacía, con un vaso. Le gusta el pastís, pensé.
Y era la hora del pastís.
- Me acompaña, Poubelle, perdón, Laurent?
- No, gracias, es demasiado pronto para mí. Le importa que encienda la grabadora ahora mismo?
- No, no. Quiere empezar ya? Tiene prisa?
- Prisa no. Pero es que no sé qué tiene que contar al mundo, ni a mí, que soy el que ha venido a escucharle. Mi prisa dependerá de su historia. Y ya que he venido hasta aquí, me gustaría saberla. No la prisa, sino su historia.
- Entonces no tendrás prisa. Enciende la grabadora.
Eso hice al momento.
- Es usted André Couché?
- Claro.
- André Couché? Couché III?
- Pues claro, el mismo. Si no, para qué os he llamado?
Antes de que le preguntara nada, empezó a cascar. Se ve que tenía ganas de hablar…
- Supongo que ya debe saber algo de mi historial deportivo, no habrá venido hasta aquí sin una cierta documentación, digo yo…
Asentí con la cabeza.
- Mi padre tenía una carnicería en el pueblo, herencia familiar. Con diez años ya repartía bistecs. Primero, a pata. Con el tiempo tuve una bicicleta para el reparto. La utilicé dos meses, hasta que me di cuenta que iba más rápido corriendo, así que le regalé la bici a mi hermano pequeño, al que por cierto le gustó le tema y con el tiempo llegó a quedar tercero en el Tour de 1953. Tercero. Pero esa es otra historia, como se suele decir.
- Ya. Y cuándo empezó a tomarse en serio esto del atletismo?
- No me interrumpas mucho, muchacho, que ya tengo una edad y pierdo el hilo de mis pensamientos, vale?
(Continuará)