divendres, 26 de setembre del 2008

Couché III (cap. IV)


Juegos Olímpicos de Helsinki (1952), final de los 10.000 m. lisos. En cabeza, Zatopek. Tras él, Alain Mimoun. Tercero, claro, André Couché.
- Ha llovido mucho… Y dígame, ¿porqué no volvió a competir en su pueblo?
- Bueno, fue por varios motivos, principalmente porque estalló la guerra y, cuando terminó, ya no hubo nadie dispuesto a organizar nada, hasta hoy.
- Y en la guerra qué hizo? Siguió practicando el atletismo?-, le pregunté mientras volvía a tomar asiento.
- Sí y no. En los tiempos que corrían todo estaba muy politizado, ya sabe; recuerdo escuchar al general De Gaulle en su famoso discurso por la radio, desde Londres. Eso me marcó mucho, como a otros tantos. Al cabo de poco tiempo ya estaba metido de lleno en la Resistencia, organizando y perpetrando sabotajes contra los alemanes. Me enviaron a la zona del Tarn, bastante lejos de aquí, en esa época. Allí vivíamos y dormíamos en el bosque, y nos pasábamos el día caminando, corriendo de un lado para otro: por eso digo que en cierta manera continuaba haciendo atletismo. - Le hirieron alguna vez?
Couché III rió:
- No, era muy rápido y esquivaba todas las balas. Cuando alguna vez intentaron dispararme, antes de apuntar yo ya me había ido.
No tiene abuela éste, me dije.
- Yo tuve suerte, pero otros no… -su semblante cambió de pronto- Pero mejor olvidemos la guerra ahora, que si no me pierdo.
- Por supuesto, como quiera… ¿Fue entonces, cuando acabó la guerra, que empezó a, digamos, no ganar carreras? Mejor dicho: ¿Es entonces cuándo André Couché empezó a quedar tercero?
Se quedó mirando la ventana, absorto. Vació su pastís en su garganta y casi sin mirar volvió a llenar el vaso. Me miró de reojo, mientras empinaba el codo otra vez.
- No exactamente. Fue un poco más tarde, al cabo de siete meses de acabar la guerra.
En ese tiempo aún tuve tiempo de ganar el campeonato de Francia de 5.000 y 10.000 metros; lo que voy a decirle no se lo creerá porque no está escrito y no lo puedo demostrar, pero en el campeonato francés batí el récord del mundo de 10.000 metros con un tiempo de 27 minutos y pico.
Repasé mis notas. El primer atleta que bajó de los 30 minutos en esta prueba fue el gran Émil Zatopek, “La Locomotora Humana”, en los Juegos Olímpicos celebrados en Londres en 1948. El Gran Zatopek. Eso era imposible. Sonreí:
- Tiene usted razón, Couché. No puedo creer que usted batiera el récord de Zatopek con una diferencia de más de dos minutos! Con ese tiempo hoy pondría en aprietos al mismísimo Haile Gebresselassie!! Es imposible!!
- Sabía que no me creería.
(Continuará)