diumenge, 20 d’abril del 2008

LA APARICIÓN

Mi hermano, de pequeño, tenía problemas respiratorios. Como aquí, con la humedad esta que tenemos en el Maresme, no mejoraba sino todo lo contrario, pensaron en enviarle a estudiar al Pirineu, a la Seu d’Urgell, donde nació mi padre: allí el clima es más seco y eso es, según parece, más adecuado para las personas con las mismas dolencias que el Bernat, mi hermano.
Así fue, y con 13 años se fue a vivir al lado del río Segre, entre Organyá i La Seu d’Urgell. Allí vivía casi toda mi parentela: abuelos, tíos, primos y un perro que se llamaba Tremendo que no hacía honor a su nombre. Tenía gran fijación por mi abuelo Maties y le seguía a todas partes. Allí dónde iba, el Tremendo detràs de él. Y mi abuelo odiaba a los perros: a la que se giraba y lo veía, pedrada al canto.
Pero el Tremendo era mucho Tremendo, el amor que sentía por el Maties era más fuerte que nada en el mundo. Y eso que por su culpa lo atropelló un coche que le dejó cojo, pero al perro le daba igual.
La casa de mis abuelos era un restaurante, y a eso se dedicaba toda la familia, aparte de labrar los campos, tener unas cuantas vacas, cerdos, gallinas, y un huerto que daba unas lechugas preciosas.


La primera finestra del primer pis, de la façana vermella, és la de l'habitació on va néixer el meu pare.

Y mi hermano no podía ser menos: en cuanto llegó, a trabajar de camarero, como todo Dios. Además de eso, estudiaba en La Salle de La Seu.
Estaba distraído, vamos.
De vez en cuando, cuando acababan el servicio (tarde o noche) se iban a correr los cuatro primos (Albert, Xavier, Carles i Bernat) por los caminos cercanos. Se daban unos buenos meneos, la media que hacían siempre era de más de seis kilómetros, y no precisamente en llano: quien se haya dado un garbeo por el Alt Urgell lo entenderá rápidamente.
Un día por la tarde, después de servir montones de servicios en el comedor, mi hermano y uno de los primos, Xavier, decidieron salir a correr. Tomaron la carretera hacia Organyà, hasta llegar al cruce que lleva al valle de Tost, donde nació mi abuelo.


Cruïlla que porta a la vall de Tost. Cap a la dreta, a Castellar. A l'esquerra, cap a Tost.

Es una zona seca, de tierras poco fértiles, sin apenas agua. Ya hace más de cincuenta años que el pueblo se abandonó por esta última razón. Por el contrario, en la vertiente sur del valle en Castellar de Tost, el agua no faltaba, y los campos lucían verdes en todo su esplendor. Y aunque el pueblo también se vació, algunos, como otros primos que tengo, siguen viviendo allí. Entre las dos vertientes pasa el río Roig o de Tost, de aguas rojas, que desemboca en el Segre.
Una vez en el cruce, empezaron a subir hacia Tost. El camino era de un desnivel considerable, pero los dos estaban en buena forma, y eso no era obstáculo.
Cuando llevaban un buen trecho, a mi hermano Bernat se le empezó a remover el estómago. Le entraron unos retortijones bestiales, y necesitaba imperiosamente parar y hacer de cuerpo, como se dice finamente. Les indicó a Xavier que se adelantara, que ya le alcanzaría más adelante. Éste se alejó, riéndose de la perentoreidad de mi hermano.
Bernat era un tío prudente, educado en la rigidez católica de mi tía Montserrat, que llevaba a sus hijos más rectos que el palo de un mocho. Y le daba apuro ponerse a defecar allí mismo, en medio del camino, así que se puso a buscar desesperadamente un rincón adecuado, donde no le viera nadie, para aliviar sus dolores interiores.
En esas estaba, casi sin poderse aguantar, cuando de un recodo del camino apareció un hombre impecablemente vestido: traje gris, camisa blanca, corbata negra, zapatos también negros. En cuanto vió a mi hermano le gritó desde lejos:
- Alabado sea Dios!!-, y se dirigió hacia él resueltamente.
- “¿Y a éste qué le pasa?-, se preguntó el Bernat;- que no estoy para hostias, yo”.


En aquesta corba, abans sense asfaltar, es va trobar el Bernat amb aquest paio.

Mi hermano, medio doblado por el dolor, vió cómo se le acercaba aquél tipo tan elegante que decía cosas muy raras. Qué hacía allí, ataviado de esta guisa? La imagen era tan chocante como una drag-queen en medio de la Pampa.
Cuando estuvo ante él, el hombre dijo:
- Hermano, estoy que no quepo en mí de gozo!! Alabado sea el Señor! Mi dicha es completa pues acabas de ser elegido por el Todopoderoso para salvar tu alma!
El Bernat estaba atónito. “Pero qué dice este tío? Qué alma? Yo sólo me estoy cagando!”-, pensaba.
- ¡ No pongas esa cara tan extraña, hermano, no todos los días se tiene la oportunidad de que se presente un enviado de Dios ante ti para ofrecerte un lugar al lado del Señor (El Bernat lo que ponía era cara de retortijado) cuando tu alma viaje al reino de los cielos! Alegra ese semblante, buen hombre, te ha sonreído la suerte hasta el día del juicio final!
Mi hermano estaba flipando, pero cada vez estaba más desesperado.
- Verá, es que yo no...
- Silencio, insensato!! Debes recoger al vuelo la maravillosa oportunidad que te brinda el Creador! Tu espíritu estará prístino de pecados y la felicidad inundará tu cuerpo serrano para siempre! Grita Aleluya conmigo!! Aleluya!! Aleluya!!
- Perdone, pero...
- ¡No oses replicar al mensajero del Supremo, pues su ira se cernirá sobre tu cabeza y todos los males del Innombrable se introducirán en ti y tu vida será un infierno!! Grita Aleluya conmigo!! Grita!! Aleluya!! Aleluya!!
- A-a-aleluya...-, balbuceó Bernat, apretando las nalgas con fuerza.
- ¡Con más brío, muchacho!! Que te oigan en el cielo!! Aleluya! Aleluya!
- ¡Aleluya!-, y del ímpetu casi se le sale el furullo.
- ¡Otra vez!!Aleluya!!Aleluya!
- ¡Aleluya, aleluya!
El hombre, alborozado, abrazó a mi hermano con fuerza, levantándole del suelo.
- ¡Hijo mío, tus deseos de convertirte en discípulo del Supremo se convertirán en realidad! Me siento la persona más afortunada del mundo al poder añadir una oveja más al rebaño de los creyentes!
El Bernat estaba realmente desesperado, ya no aguantaba más.
- Vale, pero es que.. me tengo que ir, me están esperando...
El predicador, ya tranquilo y sonriente por los deberes hechos, sacó de su chaqueta dos revistas, ofreciéndoselas a mi hermano.
- El primer paso para la purificación de tu alma ya lo has dado, ovejita descarriada. Dichoso tú, mas no olvides nunca la senda de la verdad. Estas revistas te servirán de guía para tu alma. Tómalas, léelas y tu alma será puro goce, porque así lo quiere el Señor.
Y le dio un ejemplar de “La Atalaya” y otro de “Despertar”.
El Bernat cogió las revistas, le dio las gracias y se alejó corriendo, mientras el hombre le gritaba:
- Aleluya, aleluya!!
- Si, si, aleluya, pero como no me pare por aquí ya mismo...-, pensaba mi hermano mientras se iba.
Al pasar la primera curva, cuando había desaparecido de su vista el predicador de marras, se paró, buscando desesperadamente un lugar para cagar. Porque antes se estaba defecando, pero ahora ya se estaba cagando. Estaba en el camino, cerca de la iglesia, y el pueblo abandonado y en ruinas debajo.


El poble abandonat de Tost. Una altra cosa no, però té un cartell que deu ser l'enveja de la comarca. Al fons, l'església de Sant Martí, del segle XI, on es van casar els meus pares.

Vio cuatro paredes que le parecieron idóneas para su malestar y bajó corriendo hacia allí. Se colocó detrás de una columna, se bajó rápidamente los pantalones y se soltó, produciéndole la cosa un alivio y (sobretodo) felicidad como hacía tiempo que no sentía.


Allà, darrere la columna, va cagar el Bernat.

Cuando acabó, buscó una piedra, o unas hierbas, para limpiarse. Entonces se acordó y gritó:
- Aleluya!!-, agarró una de las revistas y se limpió el culo como nunca.
Cuando acabó, el Bernat subió hasta el camino, vio que el predicador no andaba por allí y volvió a reanudar su trote anterior.
- Aleluya, aleluya!!,- gritaba riendo, mientras intentaba alcanzar a su primo Xavier.


Per cert, aquest és el meu germà Bernat.

dimecres, 12 de març del 2008

dissabte, 23 de febrer del 2008


"Vull viure en una casa gran
per poder passejar"
GORDON SISTEIMER

dimecres, 30 de gener del 2008

dimarts, 27 de novembre del 2007

dilluns, 12 de novembre del 2007

LUCRECIO

Lo de Lucrecio tuvo cojones. Anteayer se levantó de buena mañana para ir a trabajar, como cada día, y, después de andar tres cuartos de hora, cuando llegó al metro se dio cuenta de que se había olvidado la cartera y no llevaba dinero. Para no volver a su casa, mendigó un poco por la estación, y al cabo de poco consiguió el suficiente dinero para comprarse un billete. Lucrecio, viendo que le había ido bien la cosa, siguió mendigando un rato más hasta que tuvo para conseguir un abono múltiple.
Ya iba a pedir a la peña para una lavadora, cuande se acordó de que llegaba tarde al trabajo.
Así que se subió al vagon a toda prisa. Mientras pensaba en lo que le iba a contar a su jefe, entre Urquinaona y Arc de Triomf de golpe se paró el metro y se fue la luz. El vagón estaba a rebosar, pero Lucrecio, hombre práctico, se las apañó para buscarse un rinconcillo y quedarse dormido, pues tenía un sueño del copón.
Cuando ya estaba en el limbo (y eso que ya no existe), alguien le despertó de una hostia en la cara. Lucrecio, sobresaltado, miró y miró y por mucho que miró no vio nada: aún no había vuelto la luz, y el vagón seguía parado. Mientras sopesaba si liarse a guantazos a oscuras o qué, porque no veía otra opción, la electricidad volvió, y con ella también la luz, y el metro reanudó su marcha.
Lucrecio se lo pensó mejor, le daba apuro montar un cirio en el metro, con tanta gente y a esas horas. En la siguiente parada se apeó.
Lucrecio pensó entonces que en coche llegaría antes. Pero sólo tenía un abono múltiple y eso no servía para un taxi, así que recordó lo bueno que era mendigando y se puso a ello en plena plaça Catalunya. Realmente se le daba bien, pues recaudó en media hora el triple que un fontanero en ocho, que ya es decir, y ya estaba pensando en la decoración de cuando tuviera su chalet cuando, para variar, pasaron por allí los mozos, quienes iban a ser…
Tal como estaba previsto, se lo llevaron a comisaría, y tras prestar declaración le dejaron ir, no sin antes mendigarle diez euros al sargento para coger el autobús y comerse un bocadillo de chistorra.
Como aún tenía el abono múltiple, Lucrecio se guardó los diez euros y se fue andando a casa. Estaba a un par de horas, pero ya no tenía prisa. De vez en cuando, por el camino, pedía un poco, así para distraerse, y con la tontería cuando llegó al barrio tenía más de cincuenta euros en palanca.
Y pensó, mirando el dinero, que había descubierto su vocación, y que mañana ya vería qué hacer.
Entonces Lucrecio entró en el bar, donde estábamos toda la peña, pagó unas cuantas rondas y entre quintos, risa y más quintos nos contó esta historia.
No sé si vio qué hacer al día siguiente. Aún no se ha levantado.

CARTA A UN JOVEN ESPAÑOL

Queridísimo Ceferino:
He releído más de cincuenta veces tu carta, y una y otra vez he debido rendirme a mis impulsos más primarios y libidinosos, hasta llegar irremediablemente al éxtasis más profundo.
Llevo cincuenta y extraño es que no haya ídoseme la cuenta.
Esta situación resolverse debe con la mayor celeridad posible en aras de nuestra salud, caballo mío. Mi ansia es tal que no se detendrá hasta que tres semanas enteras cabalguemos juntos, sinténdome ensartada por tu trabuco ardoroso.
Es tal mi desesperación que si, llevado por tu ímpetu animal, llegara tu ariete a reventarme los cuencos de los ojos, mi dicha sería igual de placentera, y no me importaría en absoluto pasar a formar parte del mundo de las tinieblas, siempre que tu poderoso cilindro me engatillara igualmente cuantos turnos fueran posibles.
Ansiosa y chorreante te esperaré con todo abierto, incluso la ventana, mañana al anochecer, veinte minutos después de que háyase puesto el sol.
Y, sobretodo, no te olvides, mi macho español, acudir a la cita acompañado de nuestra amada bandera rojigualda, para envolvernos en ella mientras fornicamos salvajemente, como buenos católicos que somos.
Y que lleve el águila de San Juan, pues eso ya me desata del todo.

Tuya que jadea,

María José Aznar, doncella del Reino de España.