dimarts, 23 de setembre del 2008

ANDRÉ COUCHÉ III (cap.I)


Aquel día me levanté de buena mañana. Ya sobre las ocho había dejado los habituales grandes atascos de París y había tomado la autopista que debía llevarme a Pions, un pequeño pueblo cerca de Nyon. Tomándomelo con calma, calculé que estaría allí sobre el mediodía.
El periódico que me paga, Le Monde Sportif, me encargó realizar una entrevista a una vieja gloria del atletismo, André Couché, ya que cumplía ochenta años. Cuando me dijeron su nombre no tenía ni idea de quién era ese tipo… Y creo que el periódico tampoco, porque fue el propio Couché quién telefoneó a la redacción diciéndoles que era su aniversario, que quería que le hicieran una entrevista y que tenía anécdotas inéditas sobre la época en que se dedicó al atletismo que merecían ser conocidas por el gran público y no sé cuantas cosas más que se ve que contó.
Mi jefe creyó, después de averiguar quién era el tal Couché, que ,como reportaje de investigación periodístico-deportivo, el tema valía la pena. Así que me envío a mí, al primero que pilló por el pasillo.
Mientras viajaba me dediqué a repasar mentalmente lo que se sabía de André Couché, más conocido como Couché III: nacido en 1923 en Pions, cerca de Cognac. Medalla de bronce en 5000 y 10000 metros en los Juegos Olímpicos de Londres (1948), Helsinki (1952) y Melbourne (1956). Tercero en los campeonatos de Europa en 3000, 5000 y 10000 metros desde 1946 hasta 1956.
Eso, sólo en campeonatos internacionales.
En 1956 se retiró.
Un corredor de fondo. Un fondista.
Un Poulidor del atletismo, pero que quedaba tercero.
Siempre quedó tercero, el tipo.
Qué historia más curiosa.
Como había previsto, hacia mediodía llegué a Pions. Aparqué el coche en la plaza del pueblo, comí ligero y me dirigí caminando hacia la dirección que me habían dado.El pueblo era pequeño, todo quedaba cerca.
14, Rue Sefini. 4ème étage. Sin ascensor.
(Continuará)

dilluns, 22 de setembre del 2008

UNA CABEZA PARA DOS





Tengo una cabeza de dos personas.
¿Suena extraño, verdad?. Ni que fuera bicéfalo.
Pues no, no lo soy (o sí, según cómo se mire…)
Cuento:
Una amiga se dedicaba, en verano, a hacer de monitora en un centro de colonias de verano para niños. Siempre insistía que fuera a pasar unos días allí con ella. Yo me resistía un poco, porque a mí los críos no es que me atraigan en exceso, y además parece que no soy la alegría de la huerta precisamente, sobretodo para ellos. Como me suele decir un amigo, “Llorenç, cuéntanos un chiste con la alegría que te caracteriza”.
Y eso que tengo voz del Eugeni, dicen, pero ni con esas.
Un viernes, en el Vicenç, convencí al Pions para que fuéramos a la casa de colonias en la que se encontraba la Nani, con toda la troupe pueril, a pasar el fin de semana. Mi amigo Pions siempre se apuntaba a lo que hiciera falta. Así, a las tres y pico, después de unas cuantas cervezas, cogimos el coche y nos dirigimos hacia Castellfollit de Riubregós, a casi cien kilómetros de distancia, sin prisas, riendo, fumando y bebiendo, cosas que ahora, en coche, ya ni se te ocurre hacer, sobretodo en Catalunya.
En una hora ya nos habíamos plantado en el pueblo. Como todo estaba cerrado y no había nada mejor que hacer, enfilamos hacia la casa de colonias, que se encontraba a un kilómetro de Castellfollit. El edificio era (es) una antigua rectoría rehabilitada, estaba adosado a una iglesia románica y al cementerio del pueblo e inaugurada por un tipo muy bajito y cabezón llamado Pujol en una de sus míticas y populistas excursiones por su amado país.

La rectoría, la iglesia y el muro del cementerio. El boquete estaba en la parte de atrás.
Como estaba todo el mundo durmiendo, aún era noche cerrada, nos dispusimos a hacer tiempo. No teníamos nada con qué entretenernos, todo estaba muy oscuro, así que jugamos a los chinos con monedas imaginarias, ya que no llevábamos ninguna encima, y no vale hacer trampas.
Es más divertido jugar a los chinos sin monedas ni nada.
Al cabo de un buen rato y de reírnos otro tanto, me empecé a aburrir. Entonces me di cuenta de que el muro junto al que estábamos era el de un cementerio.
Y a mi me gustan mucho, los cementerios. Así que me levanté del suelo y le dije al Pions:
- Voy a ver si puedo entrar, quizás esté abierto. Te vienes?
- Quita, quita, yo paso de muertos. Te espero aquí.
Me dirigí a la verja de entrada, pero estaba cerrada, y saltar se me antojaba bastante complicado en esos momentos; rodeé por detrás el muro, casi sin esperanzas de poder entrar, casi a tientas, cuando vi que, casi al final de la pared, había un boquete inmenso. Sin dudarlo y, a pesar de no ver apenas nada, entré en el cementerio.
Sorteé un montículo de tierra que tapaba la entrada. “Estarán de obras”, pensé. El día empezaba a clarear ligeramente y, aunque mis ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad, apenas veía nada. Andaba con cuidado para no caerme de bruces, mientras intentaba vislumbrar algo. El suelo parecía estar lleno de piedras blancas por todas partes.
La luminosidad aumentó, y fue entonces cuando las piedras blancas me dejaron de piedra.
No eran piedras, sino huesos.
Cráneos, mandíbulas, fémures, esternones, clavículas, costillas, vértebras, falanges, cúbitos, húmeros, tibias… Todo un perfecto muestrario del esqueleto humano se mostraba antes mis pies y mis ojos, mezclados entre la tierra y el barro. Estaban ampliando o remodelando el cementerio. Salí del recinto corriendo a avisar al Pions para que disfrutara del increíble espectáculo, pero su respuesta fue la misma de antes:
- Quita, quita, yo paso de muertos y de huesos. Te espero aquí.
Así que volví a entrar. Empecé a buscar un cráneo lo suficientemente bien conservado para llevármelo a casa. No sé porqué, pero siempre me había hecho ilusión tener uno encima de una estantería, rodeado de libros polvorientos, como los antiguos alquimistas. El problema es que, debido a la acción de la excavadora que removía la tierra, la gran mayoría de ellos estaban agujereados, partidos, sin dientes o sin mandíbula. Después de rastrear un buen rato, por fin topé con un cráneo más o menos presentable. Tenía sólo un agujero en el occipital, como si le hubieran pegado un tiro, y le faltaba algún diente, pero por lo demás estaba bastante aceptable. Con tanto trajín, al pobre también le faltaba la mandíbula, claro. Hurgué por el suelo en busca de una que encajara lo suficiente.
Tras unos minutos de jugar al rompecabezas con huesos, encontré una mandíbula que daba el pego con la parte superior. Poseía aún casi todos los dientes.
Me puse muy contento y salí del cementerio con mi botín, no sin antes llevarme también un fémur entero. En mi delirio matinal, pensé que me iría de perlas como garrote (qué tontería, con lo pacífico que soy). Le mostré, ufano, mi preciado tesoro al Pions, el cual exclamó, riendo, que yo estaba como un cencerro. Yo le contesté que bueno, que si, y qué pasa, y lo metí todo en el maletero.
El sol ya había hecho su aparición totalmente. Esperamos a que abrieran la casa, cosa que hicieron al cabo de un rato. La Nani nos recibió muy contenta, pues no nos esperaba.
Estuvimos allí hasta el lunes por la mañana. Cuando llegué a casa, saqué los huesos, los limpié y lavé concienzudamente; hasta los barnicé y todo. Cuando se secaron por completo, ajusté el cráneo a la mandíbula lo mejor que supe y lo coloqué en una estantería, entre un montón de libros.
A la gente que viene a casa le choca ver una calavera, claro, y hacen los comentarios de rigor. Cuando me quedo solo, me los quedo mirando (a los dos), enciendo tres cigarrillos, uno para cada uno, y les digo:
- Y dónde estaréis mejor que aquí?
No asienten porque no pueden, pero sé que, como en su estantería, en ningún otro lugar.

divendres, 22 d’agost del 2008

TETRALOGÍA BESUGA (II)


-Hola, Celacanto.
-Perdona, pero me llamo Mero, no Celacanto. Mero Martínez.
-Entonces, no eres mas que un mero Mero.
-Bueno, eso depende de por dónde sople el viento. Si sopla hacia arriba, soy un mero Mero, como bien dices, pero si lo hace hacia abajo, me convierto en un calamar relleno.
- ¡Qué rico, me encanta! Relleno de qué?
- Patas de calamar, harina de galleta, sofrito de tomate, cebolla y ajo, un poco de carne picada y para acabar de darle ese sabor que me caracteriza le añado unas pocas alcayatas del ocho.
- Tienes que estar delicioso… Puedo lamer?
- Y ahora porqué me hablas en francés? No puede decir la mar, o qué?
- Si, pero es que me han entrado unas ganas locas de tomar un helado, y eso me ha recordado a París.
- Y qué tiene que ver París con los calamares rellenos?
- Tiene que ver, y mucho. Verás, cuando era un mero zagal…
- O sea, un mero pequeñito…
- No, un zagalín…
- Zagalín el aventurero? Esa novela es de Pío Baroja…
- Pues mi primo tiene un bar que se llama así: Bar Oja.
- Qué casualidad, mi hermano es barrendero del ayuntamiento…
- Si? ¿Qué pequeño es el mundo, verdad?
- Bueno, depende de cómo se mire: un elefante lo verá diferente de una hormiga.
- En eso tienes razón, a no ser que lleven la misma graduación en sus gafas.
- En fin… Por cierto, y usted quién es?
- No lo sé, ya no me acuerdo. Lo único que sé de buena tinta de calamar relleno es que me voy de vacaciones.
- Volverás?
- Espero que tal vez…
- Ansiosamente te aguardaré, pues, tal vez, para que me acabes de contar lo de París.
-Sí, eso siempre nos quedará...

dimecres, 13 d’agost del 2008

TETRALOGÍA BESUGA (I)


- ¡Hombre, Antonio! ¡Cuánto tiempo!
- ¿Yo a ti te conozco de algo?
- Si, ayer fui al cine.
- Pues estoy en absoluto desacuerdo, que lo sepas.
- Te entiendo, pero resulta que perdí las zapatillas de charol, no hay manera de hablar con ellas.
- Qué coincidencia, yo también tenía un destornillador verde.
- Claro, ya lo decía mi abuela: gato escaldado del agua fría huye.
- A que estoy estupenda, Mariano?
- Perdona, pero yo me llamo Ramón, como la Thatcher.
- Vaya, hubiera jurado que ibas en moto…
- Pues no, precisamente por esta razón me saqué el carnet de manipulador de bebidas alcohólicas, para no tener que torear a ningún avestruz.
- Pues si que has viajado, te envidio.
- Como me envidies te parto la cara.
- Yo, las nueces las parto con las uñas de los pies.
- Ya, pero ayer cené en el chiringuito y me acosté tarde, por eso me he comprado un helado de chorizo.
- Qué suerte, con lo que me gustan los altramuces…
- Planta un chopo, y asunto arreglado.
- Pues también tienes razón, me tomaré un puré de berzas.
- Mientras tanto, me podrías atar los zapatos?
- No puedo, tengo que tomar la diligencia.
- Dale recuerdos a tu periquito.
- De nada. Que te aproveche la copa de caldo.
- Esto es un bocata de acelgas.
- Ya me parecía a mí que tenías acento del Bierzo.
- No, de berzas no, he dicho acelgas.
- Me marcho, señora Alfonsa.
- Adiós, Benita.

divendres, 8 d’agost del 2008

LA LENGUA


Tirándose en forma de abanico en su gran cama, Bienzobas se dispuso a dormir. El día había sido duro, más que nada por la ola de calor que azotaba la región durante aquel agosto, y se sentía fatigado, sin fuerzas.
En seguida se durmió, profundamente... La ventana de la habitación estaba abierta de par en par, y, a pesar del bochorno reinante, al vivir en un piso alto, el aire fresco inundaba la habitación. El ruido de los vehiculos que circulaban no le molestaba lo más mínimo, dado el cansancio que acumulaba desde hacía días.
Al cabo de un par de horas, notó que algo se deslizaba por su oreja. Amodorrado como estaba, le costaba discernir qué era lo que corría por allí, hasta que sus neuronas volvieron de su viaje onírico y decidieron que aquello que se movía era una lengua.
Una lengua juguetona que masajeaba el lóbulo con destreza de cirujano, explorando concienzudamente cada centímetro, dejándolo todo húmedo a su paso.
Bienzobas, medio dormido, medio pensaba.
“Y ahora qué hago?”, se preguntaba a oscuras. “¿Me giro y me dejo llevar por mis impulsos libidinosos?¿Sigo durmiendo?”.
Después de mucho medio meditar, Bienzobas decidió que tenía mucho sueño.
La pereza venció al sexo.
A la mañana siguiente, se despertó. Se sentó en el borde de la cama y se frotó la cabeza con las uñas.
- Lo siento. tenía mucho sueño.
Cuando se incorporó para ir al baño y andaba por el pasillo, se detuvo de golpe.
- Pero si vivo solo!!!
En ese momento se le acercó su gata, frotándose en su pierna.
- No habrás sido tú, verdad?

dijous, 7 d’agost del 2008

EL CAPULLO


Jacinto se fue a dormir a medianoche, y rápidamente se quedó roque.
De pronto, a las dos de la mañana le suena el teléfono, se lo mira y el número no le suena, pero lo coge (primer gran error!)... Es su hermana Vicenta, que la llama para que la vaya a buscar a la rotonda de Montgat, a 10 km de casa más o menos, ya que los mozos de los huevos han hecho soplar al tío que iba con ella y ha dado positivo. Positivo de alcoholemia, no de sida, que aún no han llegado a tanto, pero todo se andará. Se caga en sus muertos (en los de su hermana, no en los de los mozos) y se va pallá, después de lavarse los dientes y beber un poco de agua.
Incluso pilla un cd para escuchar por el camino.
Tal como sale de casa se le cruza un gato negro, y se dice a sí mismo: "Bah, chorradas!!".
Medio dormido aún llega a la rotonda, y efectivamente ahí está su hermana Vicenta
con un tío gordo con bigote, la furgoneta de los mozos y dos de ellos, uno
más alto que el otro, como siempre, estilo Tip y Coll ( han bajado la
estatura para poder entrar en e cuerpo, y no sólo la altura). Su hermana Vicenta viene y le empieza a decir cosas, "ho sento molt ho sento molt" (siempre dice lo mismo, eso y "no et preocupis"). Le dice a Jacinto que le compensará y éste le responde que se calle y que nos vayamos, que tengo sueño.
El tío del bigote no dice nada, y pobre de él.
El mozo alto se acerca a Jacinto y le dice que si él es el que tiene que mover el
coche (ya lo sabe porque mi hermana ya le ha contado su vida, pero se lo debe preguntar), y le responde que si, que si, claro, para eso he venido.
Se va y antes de irse del todo (ya habían desmontado el chiringuito) vuelve y le dice que si coge el coche inmovilizado tiene que soplar... Jacinto le dice que se acaba de levantar, que no malgaste el pitorro ése; el mozo le responde que es lo que toca hacer, que si conduce ese coche está obligado a hacerlo. Si no, pues el coche se queda ahí con el cepo, se lleva a su peña y no pasa nada.
Jacinto, tranquilo y medio dormido le contesta que bueno, que sopla si quiere, no hay problema (segundo gran error!!). Se mete en la furgo sopla, y...
Y da positivo. Como lo oyen, 0,4.
Jacinto se había tomado un par o tres de chupitos de whisky, después de cenar con su amigo Cirilo, que había vuelto de vacaciones y había que celebrarlo. En ningún momento pensaba que daría positivo, al cabo de una hora y pico de estar durmiendo.
Pues sí, ya ves qué gracia. Se queda blanco de la rabia, de su estupidez,
etc etc, y le hacen la contraprueba al cabo de 10 minutos.
El mozo, todo hay que decirlo, más amable que la madre que lo hizo.
Jacinto volvió a dar positivo, así que la moderna menemérita la mete la multa (de 600 euros, por cierto).
Cuando van a poner el cepo a su coche, a Vicenta le da por llamar a un taxi y
resulta que es coleguita suyo, y lo lía para que lleve a Jacinto con su coche a
casa, dejando el taxi ahí, en la rotonda. Cuando todos, incluso el señor del bigote, que no ha abierto la boca, se van para casa, se aperciben de la chorrada que están haciendo (la hermana de jacinto es una lianta que noveas, pero la quiere mucho…): Quién va a recoger el taxi?)), se dan media vuelta y vuelven a la rotonda y el taxi se va, dejándonos ahí de nuevo.
Los mozos, a todo esto, ya han acabado su ronda, se supone qu esatisfechos del deber cumplido y esas cosas que se dicen, y ya se han marchado...
Jacinto se queda un rato dentro de su coche para que baje el grado y cuando no
han pasado diez minutos se harta de esperar, que mañana tiene que trabajar, arranca el coche, agarra a su hermana y se larga pitando para casa.
El del bigote se queda sólo, dentro de su coche, esperando para poder
conducir. A Jacinto le sabe mal por él, pero que le den morcilla, haberse quedado su
hermana a hacerle compañía.
Y nada, que Jacinto, con la tontería, llega a casa a las cuatro y pico, cagándose en todo, se encuentra a su perro en la puerta, que se lo queda mirando con una expresión extraña. Jacinto, se para ante él y se lo mira a su vez, fijamente.
Y le dice :- Tienes razón, soy un verdadero capullo…

dissabte, 2 d’agost del 2008

ESPERANÇA



En agosto, cuando la mayoría de seres y estares se deslizan sinuosamente hacia sus tumbonas mentales, yo trabajo.
Siempre he procurado, y hasta ahora lo he conseguido, hacer mis vacaciones en cualquier otro mes que no sea el inventado por el emperador Augusto el día que se levantó y sintió envidia cochina de Julio César, que puso su nombre al mes de julio.
Las calles están vacías, la actividad diaria se paraliza en gran medida y, si no te vas hacia la costa, conduces tan tranquilamente mientras escuchas a Kiko Veneno y te preguntas para qué narices construyen tantas autopistas (de peaje, claro) para tan pocos automóviles que se ven.

Yo me voy a una playa desierta

con los pies muy negros

voy buscando mi libertad


Pero el precio de las cosas

puede más que las olas,

las olitas del mar


Y yo llamo a las personas

para que salgan

los animales y las plantas

porque tengo, todavía tengo yo


Esperanza, yo quisiera encontrarte

y soñar sin tener que sufrir siempre

yo quiero rechazar los pensamientos malos

y quiero vivir


Yo me voy con mi pena

donde me lleven

el aire del levante y las olitas del mar


En esta vida maldita

las cosas más le faltan

siempre le faltan más

al que más las necesita


Pero yo sigo esperando

sigo esperando esa lucecita de la libertad

porque yo tengo


Esperanza que se va por el aire

sin decir si vendrá un día de color

yo quiero rechazar los pensamientos malos

y quiero vivir


Con esta canción, hasta el cabo de Gata. Allí la encontraré, a la Esperanza esta, pero en septiembre. Mientras tanto, canto a viva voz de camino a casa, a regar las plantas.